
A estos "piezas" me los crucé en Taihuai, una aldea monástica situada en la montaña en la que lo único que había eran templos y monjes (otro día os ofreceré imágenes donde podáis haceros mejor idea del ambiente que se respiraba en esta curiosa localidad). Supongo que mientras nos hacían la foto se partían el culo de mí pero yo estaba tan emocionada (y tan mareada porque llevaba como dos horas respirando incienso y en mi cabeza empezaba a sonar "No woman no cry"), que no dejaba de sonreír, ajena a la malicia de estos cuatro trastillos.

Estos dos no recuerdo de dónde han salido, para que negarlo, pero también están divertidos.

Esta guapísima mocita viajaba en barco por la cercanías de Hangzhou. Me hace mucha gracia porque llevaba unas gafas "fashion-victim" que te cagas, vamos, Vicky Beckam (o como se escriba), tiembla, que llegan las nuevas generaciones! Mi cara de cansancio se debe al calor reinante, a que tengo los párpados caídos de nacimiento y a que esta era la décima niña con la que me dejaba fotografiar (¡qué pasión la de los chinos por fotografiarse con extranjeros!).

A esta preciosidad la encontramos a la entrada de un templo (creo que fue en Chengde)disfrazada de no sé qué. Me encanta su carita.

Y hasta aquí esta entradita dedicada a los más peques, que, además de dar trabajo, también son una fuente inagotable de divertimento, cariño y hasta sabiduría.
Hala, un besote a todos (también a vosotros, granujas).
1 comentario:
Muy bonitas y tiernas las imágenes. Siempre me ha llamado la atención lo monísimos que son los chinos de pequeñitos (a excepción del/la morrosko/a de Amorebieta, la verdad...) y que cuando crecen pierden casi todo su encanto. Habrá gustos "pá tó" y excepciones puntuales, no lo niego...
Un besin
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