viernes, 14 de noviembre de 2008

La moderna Shanghai (o los pantalones)

Sigo vistiendo mi blog. Digamos que esto son... los pantalones. Bueno, pues mi último destino en China fue Shanghai, lo que no quiere decir que con esta dos entregas haya concluido con mis entradas sobre este país. Ja, ¡qué más quisiérais! De eso nada, ricuras.
Shanghai tiene muy poco que ver con Pekín (por no decir nada). Es una ciudad tremendamente moderna (aunque el ambiente sigue siendo algo provinciano), menos contaminada (tal vez la proximidad del mar tenga que ver, puede que la brisa ayude a descongestionar la city, no lo sé). Aunque el calor puede ser aplatanador en verano (en esto sí que ayuda la cercanía del mar) la verdad es que se lleva mucho mejor que en Pekín. En Shanghai, yo encontraba motivos para quedarme boquiabierta en plena calle cada dos pasos. El día que llegué, sin ir más lejos, me encontré de noche en la Plaza del Pueblo con la boca de par en par viendo parpadear las luces que tienen los rascacielos para evitar que los aviones choquen contra ellos, en plan Paco Martínez Soria en "La ciudad no es para mí". Madre que me parió. ¿Qué era aquello? Y, para muestra, los siguientes botones.
La actividad es también frenética en Shanghai. Ahí van algunas estampas.
Al policía encargado de dirigir el tráfico le colgaba yo una medalla al mérito y otra al valor porque hay que tener huevos para colocarse donde se colocaba él. Lo del puesto de comida son "dim sum", las populares empanadas cocidas al vapor que comen los chinos. Por cierto, que yo comí bastante decentemente en China (el rollito de primavera, eso sí, debe ser una invención de los restaurantes chinos porque no lo ví en ninguna parte, ni falta que hace porque a mí toda esa berza envuelta...). Eso sí, el picante de la comida en Xian, por ejemplo, era algo tremendo. En China las especias y el picante se usan desde antiguo, desde que, sin cámaras frigoríficas ni congeladores, la carne y el pescado no llegaban a su destino (pensad que este país es enoooooorme) en las debidas condiciones de frescura. Con las especias y el picante se disimulaban otros sabores indeseados... ya me entendéis. En algunas zonas del país ha quedado un gusto por este tipo de aderezos que, en fin... aún recuerdo aquel bocadillo de setas y tofu (precisamente en Xian) que me tuvo cual dragón media hora sentada en un banco. La boca me ardía, los ojos me lloraban y las velas me colgaban hasta las rodillas. Una delicia.
En esta foto me tenéis en una tienda de trajes de novia, eligiendo modelito para tan señalado día. Y en la siguiente, poso junto a unos estafadores. En las grandes ciudades chinas es muy habitual que te venga un chinito con unos pocos conocimientos de inglés y te pida que le acompañes a su galería de arte a ver verdadero arte chino. Tú, como un memo que no se huele nada, vas y le sigues. A mitad de camino estás hasta los huevos de andar a su ritmo y sudar en consonancia pero, llegado a esas alturas, te da yo que sé decirle que a tí el arte chino te la trae al pairo (maldita buena educación...), de manera que sigues camino. Al final, te meten en un edificio dudoso, con un ascensor dudoso, donde, en una piso dudoso donde no dejas de dudar, te muestran una serie de acuarelas sobre papel de arroz y tú piensas: "esto ya lo he visto yo antes...". Te meten un rollo de dios te ampare sobre la escuela de bellas artes, lo duro que es vivir de aquello en China (y lo duro que es vivir en general) y acabas sintiéndote como un gusano obligado a comprar algo. Yo compré una bonita peonía que cuelga en el pasillo de mi casa, pero luego la ví en un puesto callejero, igualmente bien ejecutada, por, aproximadamente, tres veces menos. Moraleja: no hagáis caso a los chinos que tengan una galería de arte. Es bola.


Esta es una imagen del "Bund" de Shanghai y la que sigue (que os ha encantado, lo sé) la sacamos por motivos obvios. Claro, y digo yo que el propietario del garito estará tan contento con el curioso nombre que se le ocurrió para el negocio. Se siente el tío más original de toda China, seguro. Ay, majete, qué cosas... esto de las lenguas... qué malas pasadas puede jugar...
Esta de la Coca-Cola se la dedico a nuestro querido Trapu, allá donde esté. Amante de la Coca-Cola y la bollería fina (y mío también), va por tí. Bueno, guapetes, el próximo día más pero no mejor porque es imposible. Un beso a todos. Muas, muas.

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